Una tarde de lluvia - 2ª parte
La impresora estaba a punto de terminar su trabajo. Cuando lo hizo, Sumire guardó todos los papeles en su mochila y se dispuso a volver a la habitación de su amigo.
Shikamaru regresó. Sin parar de quejarse puso el paraguas dentro del paragüero, de poco le había servido, aún venía más empapado y eso que parecía imposible. Se quitó las zapatillas y tiró de su coletero enganchándoselo en la muñeca. Estaba deseando darse una ducha y entrar en calor.
Al oír que entraba, Sumire se acercó a la escalera. Shikamaru subía rápidamente.
—¡Ah! —chilló Sumire.
—¡Por dios! —exclamó Shikamaru parándose en seco—. ¿Qué te pasa?
—¿Quién eres tú?
—¿Quién voy a ser? Yo —Sumire abrió mucho los ojos—. Mendokusei... —Shikamaru se recogió el pelo con las manos.
—¿Shikamaru? ¿Eres tú? ¡Pero si no te conocía! Te juro que me habías asustado.
Shikamaru resopló y terminó de subir las escaleras.
—Vengo muerto de frío, voy a darme una ducha, si no te importa.
—No, no, claro.
Sumire le miraba atónita ¿ese era Shikamaru? Pues ella pensaba que su pelo estaba siempre tieso y puntiagudo como su coleta y ahora resultaba que no ¿Ese era Shikamaru? Carai, con el pelo suelto y así, todo mojado, con la ropa pegada a su cuerpo estaba de lo más sexy ¿Pero que estaba pensando? "¡Por dios, Sumire, que es Shikamaru! Tú ya estás flipando".
Le vio meterse en el servicio y ella regresó a su cuarto. Estuvo mirando las fotos del corcho y después de varios minutos decidió que sería mejor bajar abajo, ella sola, despacito, así no le daría más trabajo.
Entre lo que había visto y lo que había leído se encontraba como atontada. Se imaginaba a aquel chico que había visto meterse en el baño diciendo aquellas frases que había leído y era como confuso, como que no era él pero si lo era.
Dejó una de sus muletas apoyada en la pared y se sujetó a la barandilla para disponerse a bajar, bajó un escalón pero como no estaba a lo que tenía que estar, el segundo escalón lo superó dando con su trasero en él y perdiendo la muleta que cayó haciendo bastante ruido.
—¡Ahu! ¡Ala, otro golpe!
El golpe hizo salir a Shikamaru del baño.
—¿Qué ha pasa...? ¡Sumire! ¿Otra vez en el suelo?
Iba envuelto en un albornoz blanco. Sumire le miró y le hizo un gesto con ojos asustados de arriba abajo.
—¿Qué? —Se miró a sí mismo—. Perdona, voy a ponerme algo, tú no te muevas, ahí quieta, no te muevas, por favor.
Entró en su cuarto cerrando la puerta.
"Jo, ¿Cómo puedo ser tan patosa? Si es que no me sale nada bien".
Shikamaru no tardó en regresar ya vestido.
—A ver ¿Dónde ibas?
—Abajo.
—¿Y por qué ibas abajo?
—No sé, quería demostrar que puedo bajar sola.
—Ya, ya veo, anda vamos.
Le ofreció su mano para levantarse y en cuanto esta estuvo de pie pasó uno de sus brazos por debajo de sus rodillas y otro por la cintura, levantándola. Sumire, sorprendida, se agarró a su cuello.
—Mira que sois problemáticas las mujeres.
Empezó a bajar lentamente las escaleras. Sumire le miraba, tenía el pelo mojado, cayéndole por los hombros, inconscientemente apoyó la cabeza en su hombro.
—Hueles a coco.
—Es el champú.
—Ahora no hueles a ciervo mojado, hueles a limpito.
—Es un alivio saber eso.
Shikamaru la llevó hasta el comedor y la depositó en el sofá.
—Y ahora estate quietecita, voy a recoger el servicio, sobre todo no te muevas, pon la tele si quieres, toma el mando.
—Shika ¿Desde cuando tienes unos brazos tan fuertes?
—Desde que te traje a caballito.
—¡No te rías de mí!
—Te diré un secreto, pero no lo cuentes, mi padre me obliga a hacer ejercicio físico, es un pesado —Le guiñó un ojo y se marchó.
Sumire dio un pequeño suspiro viéndole marchar y acto seguido una torta a sí misma.
—¡Sumire, espabila!
Encendió el televisor, una pareja se besaba en él, el recuerdo del dibujo de Sai apareció en su mente. Apagó el televisor.
—¡Pues estamos buenos!
La gatita naranja llegó y se sentó delante de ella. Si no fuera porque era un gato, Sumire juraría que la estaba examinando.
—¿Tu eres Kumiko?
La gata de un salto se subió a las piernas de Sumire.
—No, baja, baja, que no sé cómo trataros.
Pero la gatita tenía sus propios planes y se acurrucó cómodamente.
Shikamaru regresó llevando la cesta, las muletas y la mochila de Sumire. Su pelo ya estaba seco.
—Ya parezco una persona —dijo—. Toma tu mochila y las muletas. Ahora vamos a cambiar esa venda.
—¿Vas a cambiar la venda?
—Claro —Shikamaru se quitó algo de la muñeca.
¿Qué era eso? Sumire centró su atención en aquello... era un coletero "¡El enemigo! ¡Se va a volver a hacer la coleta!" Shikamaru se lo puso entre los labios y llevó sus manos al pelo empezando a recogerlo.
—¡No! —Gritó de improviso Sumire, el chico se detuvo desconcertado—. ¡No, no, no! —decía mientras negaba rápidamente con la cabeza—. ¡No, no!
Shikamaru frunció el ceño, los ojos de Sumire casi parecían suplicar. Sonrió, soltó sus manos del pelo y volvió a enganchar el coletero en su muñeca.
—Bueno —dijo.
Se arrodilló delante de Sumire. Encima de la ropa había unas vendas, esparadrapo y unas tijeras. Levantó la pierna de Sumire apoyándola en las suyas.
—Kumiko, baja de ahí —Le dio una palmadita suave, el animalillo maulló y bajó al suelo, comenzando a restregarse por la espalda de Shikamaru—. Estate quieta, o me dejas hacer nada. Es que es muy mimosa —Se justificó ante una Sumire que miraba la escena con los ojos muy abierto.
—Estás mejor con el pelo suelto ¿Por qué te lo recoges?
—No lo sé, supongo que es la costumbre, es más cómodo.
Con la ayuda de las tijeras comenzó a retirar la venda hasta que no se veía rastro del barro.
—¿Sabes lo que haces?
—Me vendado muchas patitas de ciervos, supongo que se le parecerá.
Sumire seguía observándose hipnotizada, sí que era atento aquel chico. Definitivamente Akane estaba tonta cuando decía que era un antipático.
—¿Dónde han ido tus padres?
—Tenemos unos terrenillos, nada importante, pero siempre hay que ir a echar un vistazo. Ya está... como nueva. Voy a poner la lavadora y preparar un té ¿Vienes conmigo a la cocina? Lo digo para que no estés sola.
—Ahora voy, ahora voy, es que tengo que llamar a alguien ¡Ah! ¡Pero he dejado a mochila arriba!
—Ahora te la traigo. La cocina está allí, pero procura no caerte.
Sumire a quien quería llamar era a Tenten y en cuanto Shikamaru le llevó su mochila buscó su teléfono para hacerlo.
—¿Hola? —La alegre voz de Tenten sonó a través del aparato.
—Tenten, soy yo, necesito que me ayudes —Sumire hablaba bastante bajito.
—¿Te pasa algo?
—Estoy en casa de Shikamaru.
—¿Y qué haces allí?
—Es muy largo de contar, salí, me caí y él me trajo a su casa.
—¿Y cuál es el problema?
—Que tienes que venir a ayudarme.
—¿Por qué? ¿Es que ha intentado algo?
—No, no es eso, es que... tienes que venir.
—¿Pero qué pasa?
—Que si no vienes estoy viendo que...
—¿Qué? ¿Y sus padres?
—Estamos solos y se ha soltado el pelo y me ha cambiado la venda y me está lavando la ropa y he visto su dibujo y leído algunas cosas y.... ¡tienes que venir!
—De verdad que no te entiendo.
—¡Que como no vengas estoy viendo que me enamoro de él!
—¿Qué? —gritó Tenten, tanto que se oyó por el salón—. ¿Tú estás bien?
—¡Qué vengas! ¡Que mi cabeza está muy tonta!
—Mira, déjate de tonterías, no me voy a creer eso, que estamos hablando de Shikamaru, el chico más perezoso de Konoha ¿Recuerdas? Ese que se queja por todo y que dice que las mujeres somos muy problemáticas.
—No, si razón tienes razón, creo que lo he exagerado todo, me he dejado llevar un poco por mi imaginación.
—De todas formas yo vivo lejos de su casa ¿Por qué no avisas a Ino? ¿O a Chouji? Ellos viven cera, incluso Kiba.
—¿Pero cómo voy a avisar a Kiba?
—¿Y por qué no te vas de su casa?
—Porque mi ropa está en su lavadora.
—¿Estás desnuda?
—Llevo un chándal de su hermana, so tonta.
—Pues no te preocupes. Shikamaru es tan perezoso que no intentará ni acercarse a ti, no te preocupes que con él estás a salvo, cualquier acto en tu contra le causaría muchos perjuicios posteriores y eso sería demasiado problemático. Además es un pedazo de pan.
—Está visto que no me entiendes, pues ala, ya no quiero hablar contigo, me voy a tomar un té con él.
—Vale, ya me contarás —Y colgó.
—Esta Tenten no se ha enterado de nada, no me da miedo él, me doy miedo yo.
La cocina era bastante amplia y una de las zonas estaba habilitada como comedor con una mesa y sillas a su alrededor.
—Siéntate —habló Shikamaru al ver entrar a Sumire—. Enseguida está listo el té. Bueno, he hecho té pero a lo mejor te apetece otra cosa.
—Té está bien. Creo que te estás tomando muchas molestias por mí.
—No, a mí también me apetece algo caliente ¿Quieres unas pastas?
—Sí, gracias ¿Qué vamos a hacer mientras se lava la ropa?
—No sé ¿Juegas al shogi?
—Me temo que soy nula.
—¿Al go?
—Tampoco se me da muy bien.
—Vaya ¿y al parchís? O podemos ver la tele. Toma tu té, cuidado que quema.
—¿Qué haríais si en mi lugar estuviera otra persona?
—Depende de quien fuera.
—Chouji.
—Nada. Chouji y yo no necesitamos hacer nada. A él le daría unas patatas y quizás me hablase de Ryuko.
—¿Ino?
—Ella me contaría cualquier cosa, de esas que le preocupan continuamente como si está engordando o si le ha salido un grano.
—¿Y Temari?
—Pues no lo sé, supongo que jugaríamos al shogi, se le da bien.
—Akane.
Shikamaru pareció sorprenderse durante unas décimas de segundo, luego sonrió.
—Discutiríamos.
Su mirada se quedó como perdida y volvió a sonreír. Sumiré inclinó un poco la cabeza para observarle mejor, detalle del que Shikamaru no se dio cuenta, estaba claro que sus pensamientos se habían ido a otro lugar.
—Shikamaru ¿Tú escribes canciones?
Shikamaru reaccionó mirando a la chica y arqueó una ceja.
—¿Has estado cotilleando mis cosas?
—Ssssi, lo siento.
—Eres una chica mala ¿eh?
Sumire se puso roja como un tomate.
—No te preocupes, si me importara que lo vieras lo habría guardado, tampoco es un secreto.
—Pero yo no sabía que tú...
—Tampoco ha salido nunca el tema.
Se sentó enfrente de ella, al otro lado de la mesa.
—¿Y compones la música?
—No. Soy negado para la música, no tengo ni pizca de oído musical. Suelo copiar las melodías, ya ves que penoso.
—Pero tocas la guitarra.
—Es muy complicado de explicar el método que sigo.
—¿Y las letras?
—A veces, algunas de las que hay son traducciones de canciones que encuentro por ahí. Si has visto alguna algo subida de tono te diré que no es mía, son del hermano de Ino.
—¿Él también compone?
—Bueno, quiere hacerse el chulito delante de las niñas y viene por aquí a que le ayude, ya ves que cosa. Él es el que suele componer la música, es bastante bueno, hay que reconocer que tiene talento, yo le ayudo "arreglándola" un poco como buenamente puedo. Es un poco pesado, no sé por qué piensa que se me da bien.
—¿Te gusta tocar?
—A veces quiero expresar sentimientos y no puedo hacerlo de otra forma. La música es bella, que a mí no se me dé bien no quiere decir que no la aprecie. Me gusta tocar, suelo fijarme mucho en los movimientos de las manos y trato de imitarlos. Si, podría decirse que cuando me sale bien me gusta tocar.
—¿Por qué no me cantas algo, Shika?
—¿Quieres que llueva más todavía?
—También he visto el dibujo de Sai, porque es el de Sai ¿verdad?
—Sí, me lo regaló él, de pronto llegó y me lo dio.
—¿No se lo pediste tú?
—No, me lo dio él, es raro porque no suele dar sus dibujos, ni dibujar para nadie, pero es que Sai es algo raro ya de por sí.
—Pues a mí me dio un dibujo mío.
—Eso será porque le gustas, pero yo no creo que le guste. Será por alguna razón extraña que haya leído vete tú a saber dónde.
—¿No será porque os ha visto besándoos?
—¿A Akane y a mí? Imposible.
—Pues parece muy realista ¿Te ha visto besarte con otra chica?
Shikamaru pareció dudar un momento.
—Puede.
—Me... me... me han dicho que tu besas muy bien —No podía creer lo que acababa de decir.
—¿Quién te ha dicho semejante cosa?
—Ino y Sakura.
—¿Sakura?
—Me dijo que la besaste.
—Mendokusei... Pero no creo que ella haya besado a tantos chicos como para comparar razonablemente.
—¿Te habías olvidado de que habías besado a Sakura?
—Será porque eso pertenece a un periodo de mi vida que quiero olvidar.
—¿Y por qué la besaste?
—Ella me lo pidió.
—¿Te gusta Sakura?
—No especialmente. Quiero decir que es mona y está bien y es simpática y todo eso pero no.
—Y, Shikamaru... ¿Tú me darías un beso a mí?
Shikamaru, que acababa de llevarse el vaso de ti a la boca, se quedó congelado tal cual. Sumire le miraba con los ojos muy abiertos. Shikamaru frunció el ceño tratando de analizar la pregunta ¿era retórica? La miró de reojo, la chica estaba a punto de estallar de lo roja que se había puesto.
—Te voy a dar un consejo —dijo después de lo que a Sumire le parecieron horas—. No le digas eso nunca a un chico estando a solas con él en su casa.
—¿Por qué?
—Tu solo hazme caso.
De pronto recordó que Sumire siempre andaba en su mundo y nunca caía en nada, le costaba comprender las indirectas y las directas.
—Bueno, Shika, te he pedido un beso ¿Me lo vas a dar?
—¿Dónde?
—¿Dónde? Pues aquí mismo.
—No digo que dónde te beso ¿En la mano? ¿En la mejilla? ¿En la frente?
—No, no, me refiero a un beso como el del dibujo.
—Ah... ¿Y por qué quieres que te bese?
—Para saber que se siente, Ino me ha dicho que eres increíble.
—¿Tú has besado antes a alguien?
—No, por eso quiero saber que se siente.
—Pues entonces deberías pedírselo a alguien que te guste, será más bonito.
—Esto no tiene nada que ver con el amor. Oye ¿Tan horrible sería besarme?
—No es eso, pero no puedes ir pidiendo a cualquier chico que te bese.
—¡No se lo he pedido a cualquiera! Solo a ti. ¿Por qué no te imaginas que soy otra persona? Una chica que te guste, por ejemplo.
—¿Eso te parecería bien?
—¡Vaya excusa más tonta para rechazar a una chica! No eres muy caballeroso, claro, yo no soy Sakura.
—¡Ahhhhh! ¡Mendokusei!
—¿Qué tengo yo de malo? ¿Soy muy desagradable? ¿Doy asco? ¿Me huele el aliento?
—¿No entiendes que yo no puedo ser tan cerdo contigo? Eres mi amiga, eres...
—Un bicho raro, es lo que soy. Si yo solo quiero saber que se siente, si no te voy a pedir más.
—Pero a lo mejor, después de darte un beso, yo quiero otro.
—¿Y?
—Eres imposible.
Shikamaru se levantó y salió.
Sumire se enfurruñó y se cruzó de brazos "Desde luego, para que te fíes de los chicos, cuando no quieres te acosan y cuando quieres, huyen. Tendrá razón Akane y este chico es tonto".
Después de un rato, Shikamaru se asomó por la puerta. De nuevo se había hecho su coleta.
—¿Te has tranquilizado ya?
—Supongo que te pareceré patética.
—No —Volvió a sentarse, llevaba un paquete de tabaco y un mechero que dejó en la mesa—. No me interpretes mal, me ha gustado que me lo pidieras, a cualquier chico le gustaría, pero...
—Ya, ya, que se lo pida a otro.
—Dicho así suena fatal.
—Entonces me quedo con las ganas.
Shikamaru sacó un cigarrillo. Sumire le observaba mientras lo encendía. Toda su atención se centraba ahora en aquel cigarrillo, como Shikamaru aspiraba y luego, suavemente dejaba salir el humo en aquellas hondas que parecía querer rodearle.
—Perdona. A lo mejor te molesta que fume, no me he dado cuenta ¿Lo apago?
—No. Me encanta verte fumar.
—Pues debes ser la única.
—¿Por qué fumas?
—No sé, ahora porque me he puesto nervioso.
—¿Tú te pones nervioso?
—A veces soy humano. A cualquiera le pone nervioso que una chica guapa te pida un beso, sobre todo si estás con ella en tu casa, a solas.
—¿Yo te he puesto nervioso?
—Pues claro, y necesito mucha fuerza de voluntad para negarme, no creas. No es por ti, Sumire, no es porque tengas nada malo es solo que no besaré nunca a ninguna chica más si no... bah, déjalo.
—Pero besaste a Ino el otro día.
—Eso fue distinto, lo hice solo por distraerlas, no pensé que fuera un beso —Dio una larga calada—. Si me hubieses pedido un beso el año pasado seguro que no te lo habría negado.
—Jopetas, que mala suerte la mía, he llegado tarde.
—Al contrario, has llegado en el mejor momento. De veras te lo digo, antes era bastante miserable —Dio una larga calada y dejó salir el humo lentamente,
—¿Te aprovechaste de las chicas con las que saliste? —preguntó ahora con una inusual seriedad.
—No sé ni cómo siguen siendo mis amigas.
—¿Por eso dices que Akane te odia?
—Lo curioso es que de Akane no me aproveché nunca y es la única que me odia ¿Sabes? Cuando fumo pienso en lo que me preocupa y es como si se fuese quemando y convirtiendo en humo con el cigarrillo.
—Eres un chico peculiar, con teorías peculiares.
—Y besarme debe ser como lamer un cenicero ¿No lo habías pensado?
...
Temari había puesto una enorme cartulina en el suelo. Delante de ella, con unas tijeras en la mano, iba recortando fotos de varias revistas y luego cuidadosamente pegándolas, lo había con mucho detenimiento, pensado el lugar exacto donde debían ir.
Cualquiera que la viera pensaría que estaba realizando algún trabajo del instituto pero no era así, se trataba de un ejercicio que solía hacer cuando se encontraba intranquila o sentía que la ansiedad comenzaba a rondarle porque Temari era humana, no era ninguna súper-mujer con nervios de acero, ella en ocasiones también se sentía intranquila e insegura y esta era una forma de ayudarse a sí misma.
Buscaba imágenes que reflejaban su estado de ánimo actual, las recortaba y formaba un collage con ellas y de esta manera, mientras se concentraba en buscarlas y en analizar cómo se sentía, comenzaba a ordenar sus pensamientos y de alguna forma conseguía entenderse a sí misma.
Kankuro entró en la habitación y se quedó mirándola pensativo.
—¿Algún problema? —preguntó después de analizar las imágenes pegadas en la cartulina.
Temari dio un profundo suspiro.
—Estoy como intranquila.
—Eso ya lo veo ¿Por algo en particular?
—Sí, bueno, son cosas personales.
—¿Te serviría hablar con tu hermano?
—No creo, a lo mejor me pongo más intranquila. Pero no te preocupes, no es nada, ideas extrañas que de pronto se instalan en mi mente.
—Te preocupas demasiado, sea lo que sea seguro que tiene arreglo.
—Seguro. Tienes razón, es una tontería.
Temari miró a su hermano, quizás le vendría bien hablar con alguien, estaba segura de que era una obsesión suya pero era algo que llevaba por dentro y parecía desquiciarla aunque ¿cómo se lo diría? Estaba segura de que Kankuro no lo comprendería, es más, se enfadaría, sus hermanos son muy exagerados para estas cosas, el haber crecido prácticamente solos, sin su madre y con aquel padre esquizofrénico les había vuelto muy suspicaces.
Pero debería hablar con alguien, estas tonterías se disipan cuando hablas con alguien que te ayuda a ver las cosas desde otro punto de vista. El problema que ella tenía es que, como no hablaba, como se lo guardaba dentro, no hacía más que darle vueltas y vueltas y lo magnificaba todo.
Si, debería hablar con alguien pero ¿con quién? ¿Hinata? Tenía confianza con ella pero ¿qué pensaría de ella? ¿Tenten? Era una chica muy amigable y siempre parecía dispuesta a ayudar pero ¿tenía tanta confianza? ¿Shikamaru? Era un chico y además ya sabía lo que le iba a decir... ¿Neji? Imposible, era su amigo pero no, imposible. ¿Y con Itachi?... ni pensarlo, eso solo la causaría más stress.
¿Por qué de pronto se sentía tan sola?
En la habitación de al lado, Gaara miraba melancólico caer la lluvia detrás de su ventana. Se entretenía mirando las gotitas resbalando por el cristal. En esos momentos le parecían que eran como las vidas de las personas, allí, resbalando, haciendo caminos, juntándose con otras.
La lluvia parecía tener un efecto horrible en Gaara, siempre que llovía se sentía así, decaído, sin fuerzas, parecía que le absorbiera toda su energía, se notaba que él era una persona de secano.
Oyó el timbre del teléfono pero no se movió, siguió mirando a través de la ventana. Al instante oyó la voz de Temari.
—¡Gaara! ¡Para ti! Es Neji.
Gaara acudió a atender a la llamada.
—¿Si?
—Hola, Gaara.
—Hola, Neji, dime.
—Quería preguntarte si te importaría hacerme un favor.
—¿Qué favor?
—Mañana vas a ir a ver el partido ¿no?
—Sí, claro, juega Naruto.
—Hinata y yo también íbamos a ir pero me ha surgido un asunto urgente y no puedo y ya sabes que irán varios de 2-1.
—Es lógico, también juegan de su clase.
—Claro y a eso iba, Hinata quiere ir pero no me gusta la idea de que vaya sola.
—Entiendo.
—¿Te importaría que fuese contigo? Es que no me quedo tranquilo si va sola, me da miedo que se encuentre con quien ya sabes.
—Tranquilo, iremos juntos. A mí tampoco me gusta la idea de que esté sola.
—Por lo menos hasta que encontréis a Sakura y a Ino.
—Que no te preocupes, Hinata no se quedará sola.
Cuando terminaron de hablar, Gaara colgó bastante desanimado.
—El segundo plato —Suspiró—... eso es lo que soy y siempre seré, el segundo plato, la opción de reserva. Si no fuera porque es Naruto...
No hay cosa más triste que estar enamorado de la chica que a su vez está enamorada de tu mejor amigo y a quien tú le debes tanto. Quizás si hay algo peor, que tu mejor amigo, a su vez esté enamorado de otra chica y entonces tú, con todo el dolor de tu corazón, es como ignora a esa chica tan importante para ti y no lo hace por maldad, no, solo es que no se da cuenta de la suerte que tiene. Y tú, imbécil de ti, lo único que deseas es verla feliz porque su sonrisa llena de calidez tu corazón y eres tan patético que solo quieres ayudarla... aunque suponga dañarte a ti mismo.
Así es como Gaara veía su situación.
Suspiró ¿Y qué iba a hacer? Si alguien en el mundo se merecía a una chica como Hinata, ese era Naruto.
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