lunes, 17 de febrero de 2020

23 EN UNA TARDE DE LLUVIA - 1

En una tarde de lluvia - 1ª parte
A Sumire el camino se le estaba haciendo larguísimo. Por fin Shikamaru se paró frente a una casa y tocó el timbre.
—¿Vives aquí?
Shikamaru pensaba que aquella había sido una pregunta bastante tonta y a él sus piernas parecían no querer obedecerle más.
Un chica algo menor que Shikamaru, parecida a él solo que con rasgos más femeninos, los ojos más grandes y el pelo muy largo y suelto, abrió la puerta.
—¡Mamá! —Gritó al verle allí, cargando con esa chica a la espalda—. ¡Shika se ha encontrado algo!
—Déjame pasar —gruñó Shikamaru.
—Vas a mojarlo todo, inútil.
—Qué me dejes, pelmaza.
La chica se apartó y Shikamaru entró. Sumire bajó de su espalda y el chico se estiró.
—Gracias, Shikamaru.
—¡Mamá! —Volvió a gritar—. ¡Tu hijo ha secuestrado a una chica!
—¿Qué pasa? —Apareció un hombre que era como el clon de Shikamaru pero mayor y con una pequeña perilla—. ¡Por dios! ¿Qué te ha pasado?
—¿A qué viene tanto...? —La madre, de pelo moreno, largo, recogido en una coleta baja y ojos oscuros, se acercó—. ¿Dónde te has metido?
—Ella es Sumire —dijo Shikamaru con tranquilidad—, es una compañera de clase, me la he encontrado en este lamentable estado.
—Buenas tardes, siento la molestia, su hijo ha sido muy amable y me ha ayudado.
—Pero, hija ¿Qué te ha pasado? —preguntó la madre alarmada —. Pasa, pasa, bonita, quítate ese chubasquero ¡pero si estás empapada!
—No, no mucho. Shikamaru se ha mojado más.
—¡Shikamaru, tráele uno chándal tuyo!
—Señora yo no...
—O mejor, uno de Chiharu.
—¡No! —Gritó la hermana—. ¡Que éste no entre en mi cuarto! Yo lo traigo o mejor, sube conmigo a mi habitación.
Shikamaru se estaba quitando las zapatillas.
—Pero es que yo voy a mojarlo todo —Sumire se encontraba bastante apurada.
—No te preocupes, Shikamaru lo limpia —Se burló Chiharu—. ¿Esta muleta es tuya?
—Sí, bueno, es que... tengo un tobillo con un esguince.
—¡Shikaku! —Gritó de nuevo la madre.
—Estoy aquí, Yoshino. Ya sé lo que vas a decirme. Anda, te ayudo a subir las escaleras.
—No, si yo sola puedo, voy despacio pero puedo. Por favor, no se moleste.
—Si no es molestia.
—Ya la ayudo yo —habló Shikamaru observado la cara de agobio de Sumire. Seguro que estaba pensando que su padre la iba a subir en brazos y lo peor es que él también lo pensaba.
—Yo voy a dejarte la ropa en el servicio —dijo Chiharu que también había tenido el mismo pensamiento, cosa que le producía escalofríos—. Papá, tu lleve las maletas al coche, anda.
—Y tú —continuó la madre dirigiéndose a su hijo—. Pon una lavadora con su ropa y luego la secadora ¿entiendes?
—Sí, entendido.
—¿Cómo has dicho que te llamas, bonita?
—Sumire Honda, señora.
—¿Y qué hacías en la calle con éste tiempo?
—Es que tengo que imprimir unas cosas.
—Shikamaru te las imprimirá ¿Me escuchas, Shikamaru?
—Siiiii —contestó pesadamente.
—Le preparas algo calentito ¿me oyes? Y no la dejes marcharse hasta que deje de llover o mejor, la acompañas ¿Y mis huevos? ¿Has traído los huevos?
—No me ha dado tiempo.
—¿Cómo que no te ha dado tiempo?
Shikamaru optó por no contestar.
—¡Ya está! —dijo Chiharu regresando—. Quítate pronto esa ropa mojada, no te vayas a resfriar.
—No te olvides de los huevos y date prisita que regalan unos flanes —Insistía a madre.
—Que si... ¡mendokusei!
—Y dale toallas limpias a esta chica.
Un gato de color naranja se acercó a Shikamaru y empezó a olisquear sus piernas. Chiharu le cogió en brazos.
—No te acerques a este, que te va a mojar.
—¿Te has enterado de lo que tienes que hacer?
—Siiii. Toalla, lavadora, secadora, imprimir, huevos, flanes, algo calentito, acompañar...
—Y pórtate bien —añadió la hermana—. Y también te duchas, que hueles a ciervo mojado.
—Ya está todo listo ¿nos vamos o qué? —preguntó el padre.
—Sí, ya vamos —respondió la madre—. Tú tranquila y descansa, bonita y tú, ven y dame un beso.
Mendokusei, ya nos habíamos despedido —Se Shikamaru.
—¡No me protestes! Estás empapado, cámbiate esa ropa o cogerás una pulmonía. ¡Y no te olvides de los huevos! ¿Eh?
—Ni de dar de comer a Kumiko —Agregó la hermana dejando al gato en el suelo—. ¡Y ni se te ocurra entrar en mi cuarto!
—Que sí, que vale, marchaos ya.
—Y limpia todo esto, hermanito, que mira como lo estás poniendo.
Shikamaru abrió la puerta de la calle.
—Largaos de una vez.
—¿Sabes lo que tienes que hacer, no?
—¿Otra vez? Que siiiii.
—Y no te olvides de los huevos.
—Que nooooo.
—Volveremos el domingo por la tarde.
—Pasarlo bien.
—¡Y no toques mis cosas! Adiós, asqueroso —Se despidió la hermana.
—Sí, yo también te echaré de menos.
—Y da de comer a Kumiko.
—Vamos, no te quedes ahí, sube a esta chica arriba.
—¿Os vais o no?
Sumire estaba alucinada, no había podido decir ni una frase completa.
—Adiós. Yo soy Chiharu, la hermana de éste inútil, encantada ¿eh?
—Vámonos o no llegaremos nunca —dijo el padre—. Que pesadas sois las mujeres.
Por fin todos salieron y Shikamaru cerró la puerta.
—Mi madre y mi hermana son bastante mandonas —dijo con tono de suplicio—. Bueno, sube a mi espalda otra vez.
—No, no, mejor me marcho.
—No digas tonterías ¿Y lo que tienes que imprimir? Venga, la impresora está arriba.
—Yo no quería molestarte.
—No es molestia, además tengo que lavar tu ropa.
—No hace falta, yo imprimo eso y me voy.
—Ah no, mi madre lo descubriría.
—¿Cómo lo va a descubrir?
—Mi madre lo descubre todo, venga, no seas problemática, arriba.
Sumire volvió a apoyarse en la espalda de su compañero, esta vez la notó húmeda y fría.
—Estás helado, te noto tiritar.
—No es nada, enseguida entraré en calor.
Shikamaru la dejó en la puerta del servicio.
—Pasa, voy a darte una toalla limpia —Abrió un armario sacando de él una toalla y una cesta—. Lávate un poco.
Sumire miraba su venda manchada de barro.
—Luego te la cambio, no te preocupes. Mira, el chándal de mi hermana, hecha tu ropa en esta cesta y déjala en la puerta ¿vale?
—Shikamaru, estoy pasando mucho apuro.
—Anda y no seas pesada. Dame tu mochila, la voy a dejar en mi cuarto —Se alejó para abrir una de las puertas—. Es este. Te voy a subir las muletas ¿De acuerdo?
—Gracias, de veras que siento darte tanto trabajo
Shikamaru pasó por su cuarto y encendió su ordenador, un pequeño portátil, luego salió y se dirigió a otra habitación, parecía un despacho y allí encendió la impresora. Bajó a por las muletas y las subió, Sumire ya había dejado la cesta con su ropa en la puerta. Tocó esta con los nudillos.
—¿Sumire?
—Sí, dime.
—Voy a salir a por los huevos de mi madre, te dejo sola un rato.
—¿Te fías de mí?
—En mi habitación hay un ordenador, te lo dejo encendido, la impresora está en la habitación del fondo, la última del pasillo, tenemos red inalámbrica así que puedes pedir la impresión sin problemas, tiene papel pero no sé si tienes que imprimir mucho.
—No te preocupes. Muchas gracias por todo.
—Te dejo las muletas aquí fuera.
—Vale, gracias.
—No creo que tarde demasiado.
—No te preocupes por mí Shika-kun, estoy bien.
Shikamaru se planteó cambiarse o no de ropa; no, mejor lo haría al regresar, después de una ducha calentita. Se puso las zapatillas, estaban heladas y asquerosamente húmedas. En fin, pondría la lavadora cuando volviese, así metería también su ropa. Salió fuera, el aire golpeando su ropa mojada le hizo sentir un frío intenso, casi doloroso "¡Que tarde más problemática!".
...
Después de terminar todo lo que tenía pendiente, Sasuke acompañó a Akane hasta la salida. Por el camino se cruzaron con su madre.
—¿Te vas ya?
—Sí, señora, ya he puesto a Sasuke al día.
—¿Te ha gustado el pastel?
—Muchísimo, estaba delicioso ¿Sería muy impertinente por mi parte pedirle la receta?
—Se la daré a Sasuke para que te la entregue. Espera un momento, no te vayas, por favor.
La madre de Sasuke se marchó bastante deprisa, cruzándose por el camino con el padre.
—¿Ya te marchas? Tenías que haberme avisado, Sasuke, para poder despedirla adecuadamente.
—No se moleste señor, por favor.
—¿Vives muy lejos?
—En realidad no estoy segura, vine en autobús con su sobrino y la verdad, no sé si sabré volver. Sakura me ha hecho un plano pero no entiendo nada ¿Me podrías decir donde para el autobús, Sasuke?
—Sasuke, acompáñala, no podemos permitir que se pierda.
—Oh, no hace falta, solo...
—Insisto. Además hace muy mala tarde, mi hijo no sería un caballero si te dejara ir sola ¿verdad?
—Sí, padre. No es molestia, Akane, yo te acompaño.
—Llévate mi paraguas, es más grande y os cubrirá mejor.
—Pero yo ya tengo...
—Señorita Kumoyuki, no me haga insistir, los Uchiha somos muy soberbios.
—Ya vuelvo —dijo la madre—. Toma, querida, ponte esto —Ofreció una gabardina que llevaba doblada sobre uno de sus brazos.
—Pero...
—Póntela, está lloviendo a mares.
—Señora Uchiha, gracias por su amabilidad —Akane optó por ponerse la gabardina, no quería ofender a una anfitriona tan amable.
—Te queda perfecta. Espero verte más veces por aquí, Akane.
—Muchas gracias por todo, señores Uchiha.
—Cuídala, Sasuke.
—El gusto ha sido nuestro.
Decidieron ir andando. Sasuke llevaba la cartera y el paraguas.
—Déjame llevar a mí el paraguas hombre, me siento como una inútil.
—Cuando me canse te la doy ¿vale?
—Peor para ti, a veces hay que saber compartir las cargas, aunque puedas tu solo con todo.
—¿Eso ha sido una metáfora?
—Ha sido algo que Jisei siempre me dice pero a la que nunca hago caso. Ahora lo he comprendido, que ironía.
—Lo que quieres decir es que quieres llevarlo tú porque te gusta hacerlo todo.
—No, no todo me gusta hacerlo... bah, creo que tienes razón.
—A mis padres les has caído bien.
—¿Tú crees? Deben pensar que soy un ser raro, seguro.
—Y a todo esto ¿Dónde vives?
—Tengo que ir primero a casa de Jisei, he quedado con ella para hacer los deberes, si no los hago hoy tengo el presentimiento de que no los haré.
—¿Y eso?
—Mañana voy a tener un día movidito.
—¿Si ganamos vendrás a celebrarlo con nosotros?
—No creas, si me gustaría, pero va a ser imposible.
Así, paseando y charlando llegaron hasta la esquina donde se habían citado el domingo anterior.
—Bueno, Sasuke, ya no me acompañes más, no hace falta. La casa está allí, has sido todo un caballero, tu padre puede estar orgulloso.
—No insistiré, sé que no te gusta que te contradigan. Mañana nos vemos.
—Es que soy cabezota para todo —Akane abrió su paraguas—. Tengo un permiso de periodista y puedo ir en el autobús del equipo, supongo que te veré allí.
—Nos traerás suerte. Toma tu cartera.
—Gracias por todo, Sasuke ¡Hasta mañana!
Akane se alejó por el mismo camino que hacía apenas cinco días la había visto acercarse. Sasuke se dispuso a girarse cuando alguien chocó con él.
—Lo siento, yo... ¿Sasuke?
—¿Iruka-sensei? ¿Estás bien?
—Sí, es que no veía por donde iba con esta lluvia. ¿Qué haces por aquí en una tarde tan mala?
—Kumoyuki me ha llevado los deberes y yo la he acompañado, ella no sabía volver.
—Vaya, muy amable de tu parte y muy típico de ella. Yo he venido a ver a unos amigos ¿Listo para el partido de mañana?
—Esperamos hacerlo bien.
—Estupendo. Bueno, que tengáis suerte y paséis a la final.
...
—¿Y esta gabardina tan chula? —preguntaba Jisei mientras la examinaba.
—Es de la madre de Sasuke, me la ha dejado.
—Uy, uy, uy ¿Así que tu suegra te presta ya la ropa, eh?
—¿Quieres que le cuente lo que has dicho a Sakura?
—Creo que no ¿Y cómo es su madre?
—Es una señora guapa, elegante, con mucha clase.
—Parece que te ha gustado.
—Sí, es amable y dulce y tiene una casa con un jardín enorme y un salón también enorme y...
—Pues sí que te ha impresionado su madre ¿Y su padre?
—Serio, muy formal, así como Sasuke.
Sonó el timbre de la casa.
—Ya voy yo —Se oyó decir a Kisuke.
—Huele bien —dijo Jisei llevándose la gabardina a la cara—. ¿Y qué te han dicho? Seguro que querían saber qué clase de familia es la tuya, hay que saber con quién se emparenta uno.
—Hoy estás algo tontita ¿no?
—Hola, buenas tardes —Saludó Iruka entrando.
—Iruka-sensei, buenas tardes —contestó Jisei.
Iruka se acercó a ella, pegando casi la nariz a la de la chica.
—I-ru-ka —dijo lentamente—. Te he dicho que me llames solo Iruka.
—Vale, Iruka —respondió Jisei algo nerviosa.
—Es que no sabe separar su vida privada del instituto —habló Akane.
—¿Y tú sí, listilla?
—Claro, cuando le veo en el instituto le odio, pero ahora solo le tengo manía, es porque me recuerda a uno de mis profesores, no es nada personal.
—Vale, me acabas de golear —dijo Iruka.
—Tú a la pulga anaranjada no la hagas ni caso —intervino Kisuke.
—Ya está el listo que todo lo sabe abriendo la boca —comentó Akane.
—¿Qué hacéis? ¿Los deberes? —preguntó Iruka.
—Si —respondió Akane—, los que mi odioso profesor de Biología, que se cree que es el único del instituto, nos ha puesto.
—Ese debe ser un negrero —afirmó Iruka sonriendo.
—¡Ya te digo!
—Pues yo venía a invitaros a comer mañana, es que el martes es mi cumpleaños.
— ¿Cuántos cumples? —interrogó Akane.
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—Jo, qué viejo eres, ya tienes más de un cuarto de siglo, sensei.
—Los profesores de Biología son muy rencorosos ¿lo sabías? Bueno ¿vendréis a comer?
—¿A la pulga también la invitas? —cuestionó Kisuke.
—Jisei —habló Akane—, abre la ventana que se os ha colado un moscardón.
—Si ella quiere, está invitada.
—Gracias, Iruka, te lo agradezco como si fuera.
—Lo digo en serio.
—Mañana tengo que ir al partido y luego haré de niñera con mi hermano pequeño, imposible.
—Oye, antes me he encontrado con Sasuke Uchiha en la calle ¿Te ha acompañado y todo?
—Han venido los dos juntitos, los dos bajo el paraguas —Se burló Jisei—. ¿No es bonito?
Akane le lanzó una mirada asesina.
—¿La pulga y un Uchiha están saliendo?
—¿Conoces a Sasuke?
—Todo el mundo conoce a los Uchiha.
—¿Estás saliendo con Sasuke?
—He ido a llevarle los deberes, los mismos que intentamos hacer.
...
Sumire terminó de ponerse el chándal que le habían preparado y abrió la puerta.
—¿Shikamaru? ¿Te has ido ya?
La habitación de Shikamaru era un cuarto amplio y a juicio de Sumire extrañamente vacío, un armario, un sifonier, la cama, un escritorio con una silla de apariencia comodísima y ya está. Encima de la cama reposaba una guitarra y su mochila, en el escritorio estaba el ordenador, varios papeles y cuadernos, una carpeta, lápices. En las paredes no había cuadros, ni fotos, solo un corcho en un rincón, eso sí, plagado de fotos pinchadas en él. Era lo que se decía una habitación estoica.
Sumire cogió su mochila y sacó el pen-drive, se sentó frente al ordenador, en él, un fondo de pantalla de un cielo con blancas nubes le daba la bienvenida. Introdujo el pen-drive y esperó a que el ordenador lo reconociese mirando las papeles que había encima del escritorio. "Sueño de una noche de verano" se podía leer en uno de ellos y el nombre de cada uno de la clase, "Vaya, Shikamaru está haciendo sus deberes".
Abrió la carpeta, había un dibujo, era como el dibujo de su foto que había hecho Sai, si, ¿Se lo había dado a Shikamaru? No, no era igual, el que ella había visto los protagonistas estabas a escasos milímetros el uno del otro, a punto de besarse, pero en ese si se estaban besando, y por el gesto dibujado, muy apasionadamente.
—¡Ala! ¡Menudo beso!
Sintiéndose como si estuviera espiando a esa pareja, cerró de golpe la carpeta, mejor no seguir mirando.
El ordenador dio un pitido, ya había reconocido el pen-drive. Abrió los archivos y pidió la impresión.
Ahora abrió el cuaderno, en él había partituras de canciones, algunas con la letra escrita debajo de los signos, hojas sueltas con lo que parecían poesías escritas atropelladamente. Miró la guitarra.
—Shikamaru escribe canciones... increíble —Tomó una de las hojas y leyó—. ¡Qué bonita! ¡Ay, qué bonita!
Arrancó una hoja en blanco el cuaderno y copió lo escrito en una de las hojas. Rápidamente la guardó en la mochila. Luego dirigió su interés al ordenador ¿Qué tendría este muchacho? Buscó la carpeta de "mis documentos", estaba protegida por contraseña.
—Hmm... a ver cómo piensa esta chico, probemos con "cielo"
Acceso denegado.
—"Nubes"
Acceso denegado.
—A lo mejor el nombre de alguna chica que le guste, probemos con "Temari" —Acceso denegado—. "Ino" —Tampoco hubo suerte—. Que rollo de chico ¡Ah! Ya se "Mendokusei".
Acceso denegado.
—¿Pero que le gusta? Ver el cielo, las nubes, el cielo, vaguear, dormir, mirar el cielo.... el cielo, las nubes... "kumo" "aoi" "sora"... ¡Ya está!—Triunfante tecleo su idea y dio al enter. La carpeta de abrió—. Desde luego, que panolis sois los hombres.
Había muchas subcarpetas, canciones, fotos, pero la que llamó la atención de Sumire fue una llamada "Cartas que nunca entregaré" Sumire no pudo evitar echar un vistazo, había bastantes documentos de texto, todos nombrados con una fecha, abrió uno al azar y le echó un vistazo, aquello parecía una carta dirigida a nadie en particular, casi era una diario. Lo cerró asustada.
—Increíble —murmuró.
Abrió el último de ellos y leyó ¿sería parte de una novela? Decidió mandarlo a la cola de impresión. Cerró todos los documentos y cogió su mochila.
—¡Serás idiota, Shikamaru! ¿Pues no me he emocionado? Vale, Sumire, ya, tranquila, ve a recoger las hojas, no vaya a ser que se atasque la impresora.
...
Sasuke no regresó directamente a su casa, antes pasó por la cafetería donde por las tardes trabajaba Karin ayudando a sus padres. Allí, sentados en una mesa, aburridos, sin hablarse, estaban Juugo y Suigetsu.
—¡Sasuke-kun! —Se acercó melosa a él Karin en cuanto le vio entrar—. ¿Cómo es que has venido?
—Quería tomar un café ¿Puede ser? —respondió secamente.
—Claro, siéntate, ahora mismo te lo llevo.
Sasuke se acercó a la mesa de sus amigos.
—¿Cómo es que te han dejado salir? —preguntó Suigetsu.
—Tenía que acompañar a alguien.
No tardó en aparecer Karin con una taza de café, por supuesto, al gusto de Sasuke. Se sentó a su lado.
—¿Qué haces? —Inquirió Suigetsu—. ¿Y tú trabajo?
—Hay poca gente, estúpido, además mi padre me deja tomarme un descanso para estar al lado de mi Sasuke.
—Petarda.
—¿Tienes algo que decir, inútil?
—Todos sabemos lo que quieres tú de Sasuke ¿A que sí?
—¿Te parto la boca? —Amenazó levantando un puño.
—¡No empecéis! —Gruñó Juugo tensando todos los músculos de la cara.
Los dos le miraron casi con miedo. Juugo era un chico tranquilo, hablaba poco y no se metía con nadie, pero a veces, cuando algo le molestaba, solía mostrar una faceta totalmente distinta, violenta y bastante agresiva.
—Déjalo, Juugo —habló Sasuke.
Juugo le miró y pareció tranquilizarse, relajando el rostro. No se sabía muy bien por qué pero Sasuke parecía tener el don de apaciguarle. En realidad es que él necesitaba creer que así era, siempre se había sentido muy solo e incomprendido, ese carácter suyo no era bien recibido, él único amigo que había tenido en su vida era Kimimaro, pero ahora sus caminos se había separado, no es que ya no fueran amigos, no, seguían siéndolo, muy buenos amigos, solo era que no coincidían tanto.
—Hay una chica en mi clase que me interesa —dijo de improviso Sasuke.
—Será la de siempre —habló socarrón Suigetsu—. La del pelo rosa.
—No me refiero a Sakura.
—¿Entonces te gusta otra? ¡Chúpate esa, Karin!
—¿Qué tienes que decir tú, desgraciado? ¿Quieres que te recuerde las calabazas que te dio la rubia?
—¿Eso a que viene ahora?
—¿No será la rubia, Sasuke?
—¿Quién? ¿Te refieres a Ino? No, no es ella.
—A mí me pone esa chica —continuó Suigetsu—. Está bien buena.
—Cada vez que la ve se pone como una moto —Se burló Karin.
—¿Igual que tú cuando ves a Sasuke?
—¡Cierra esa boca si no quieres que te la parta!
—Me interesa una chica y quiero que algún día venga con nosotros —Les ignoró Sasuke—. Quiero que me conozca, que sepa como soy.
—Pues claro, Sasuke —habló Juugo—. Trataremos bien a tu amiga.
—Eso es lo que quiero, que sea mi amiga.
Karin guardó silencio. No le gustaba aquello, no le gustaba nada, pero no diría algo en contra, conocía bien a Sasuke y sabía que los celos y sentimientos de posesión no eran bien recibidos por él. A Sasuke no le gustaba sentirse atado emocionalmente a nadie y menos que le agobiasen ¿Quién sería esa chica?
—Sasuke —dijo al fin—. ¿La conocemos?
—Supongo. Es una compañera de clase.
—¿No será por la que amenazaste a Zaku? —Interrogó Suigetsu—. Me lo imaginaba. No está mal, a mí me gustan las rubias pero no le haría ascos.
—Ten cuidado con lo que dices —habló bastante serio Sasuke.
¿Así que era esa cabeza de calabaza? A Karin no le preocupó demasiado, no era demasiado especial, sería cualquier capricho de Sasuke, no había problema, ella era una chica paciente, sabía esperar, dejaría que Sasuke se divirtiese todo lo que quisiera, que probase cosas nuevas, al final, se cansaría y ella estaría allí, esperándole.
Pero el que fuese paciente no quería decir que fuese tonta o que no lo sintiese.
Karin sentía por Sasuke una atracción que no era capaz de controlar ni de explicar, era algo que la dominaba y la impedía razonar. Para ella Sasuke era más que cualquier chico normal y era consciente de lo que le pasaba y también de la necesidad de controlarse, por eso le daba toda la libertad que él quisiera, porque si se dejase llevar por sus impulsos puede que Sasuke la apartase de él.
—¿Sabes que te pareces a ella? —comentó burlón Suigetsu.
—¿Pero qué dices? No nos parecemos en nada.
—Pero las dos tenéis gafas y el pelo así...
—¡No compares! ¡Yo no tengo el pelo color calabaza!
—¿Estáis listos para el partido de mañana? —preguntó Sasuke.
—Listos y en forma —contestó Suigetsu.
—He invitado a Sakura y a Ino, espero que si nos juntamos seáis amables con ellas.
Karin se sintió más que molesta ¿Por qué las invitaba a ellas? ¿Qué se traía Sasuke entre manos?
—Eso díselo a ésta.
—¡Tú te callas! Yo haré lo que Sasuke me pida, y si quiere que sea amable, lo seré.

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